Baños sonoros

Es una de las últimas tendencias del wellness, a pesar de que, como práctica, lleva más de dos mil años. Los llamados “sound baths” o baños de sonido, pero son en realidad, terapias vibracionales y de sonido que se remontan a antiguas ceremonias tibetanas. Fueron descubiertas hace relativamente poco por el mundo occidental y son perfectos para sus padecimientos contemporáneos de estrés, ansiedad y patologías que derivan de una mente agobiada.

Es un eco apacible que se consigue después de una sesión de meditación, típicamente tocando bowls de cristal, cuarzo o metal, campanas, gongs o cuencos tibetanos. Es común que se realice al final de una práctica de yoga, por ejemplo. Pero ya como terapia, este tipo de sanación genera una inmersión en la frecuencia del sonido que se experimenta como un “baño” que te envuelve –así lo describen quienes lo practican. La vibración se percibe en todo el cuerpo y al final uno se siente “limpio”.

En una sesión de baño de sonido, cada persona recibirá la frecuencia de la música de manera distinta. Puede suceder que algunos se relajen al punto de quedarse dormidos, pero en realidad el mayor punto del baño de sonido es mantenerte consciente, en el presente, y que la música resuene positivamente en ti. Y, con suerte, se quede contigo.

En los baños de sonido la persona simplemente tiene que dejarse llevar, relajarse y disfrutar. El practicante de la terapia facilita el resto de la experiencia. A menudo intervienen también otras  personas, con cánticos, mantras o tañendo los instrumentos.

En primer lugar se recomienda usar ropa ligera y cómoda. Para empezar, la persona debe recostarse sobre una esterilla, colchoneta o camilla, asumiendo la posición que se conoce como savasana  en el yoga.

Los minutos iniciales son para trabajar la técnica de respiración, siguiendo las pautas del instructor. Luego comienza la fase de relajación y concentración. Aunque lo fundamental es enfocarse en el sonido, durante la terapia también se pueden acompañar de elementos aromáticos, como incienso o aceites esenciales.

El estado meditativo se alcanza de manera natural, gracias a las vibraciones y resonancias. Algunas personas pueden llegar a dormirse, aunque por lo general se logra una relajación sin perder consciencia. La experiencia puede tomar entre treinta minutos y una hora. Es oportuno acotar que esta no  es una terapia física ni un masaje, por lo que no involucra ninguna clase de contacto.

 

 

El sonido y la salud

A mediados del 2020, el Consejo Mundial sobre la Salud Cerebral publicó un informe sobre el potencial que tiene la música de mejorar la salud para individuos de distintas edades y condiciones físicas. Es, uno de más de los miles de investigaciones alrededor de la salud y la música que dicen que ningún otro estímulo puede activar tantas regiones del cerebro humano.

Y es que la conexión entre cuerpo y mente es indiscutible: lo vemos ahora más que nunca, que la pandemia ha despertado una serie de malestares derivados del encierro y la preocupación. En ese sentido, los baños de sonido se presentan como una alternativa muy real de bienestar: un estudio del 2017 publicado en el Journal de medicina complementaria y alternativa, asegura que hay indicios para creer que la terapia de sonido en base a cuencos tibetanos, puede ayudar con  los niveles de estrés, fatiga e incluso depresión. Y, por ende, incidir en ciertas dolencias físicas.


En los baños de sonido se pueden utilizar cuencos de cristal (de cuarzo), cuenco tibetano (también llamado bol o tazón tibetano), campanas, gongs, cascabeles, diapasones, pequeños tambores y la voz humana. Particularmente, las campanas y gongs, así como los cuencos, están hechos con una aleación de siete metales: oro, plata, hierro, cobre, estaño, plomo y mercurio. Tales instrumentos se golpean levemente, se frotan o rozan con pequeños mazos, produciendo vibraciones profundas y resonantes.

Durante la meditación, el sonido baña a la persona, ayudando a alcanzar estados de armonía y conciencia, produciendo la relajación. Obviamente, las melodías que se usan en esta terapia de relajación no son como la música de la radio, con la que bailamos o escuchamos al practicar deportes. Además de la frecuencia de onda, en los baños de sonido se considera fundamental el volumen. En este orden de ideas, vienen a constituir la antítesis de la agitación y el bullicio. Y es que en los baños de sonido, cualquiera de los instrumentos utilizados alcanza unos pocos decibelios. Apenas 20 en algunos casos. Esto es nada si se toma en cuenta que, al hablar, la voz  humana llega a 60.

El uso de la música para relajar y curar viene desde la antigüedad. Desde los aborígenes australianos y los monjes del Tíbet, hasta la antigua Grecia, donde Aristóteles afirmaba que el sonido de la flauta aliviaba el alma de tristezas. Luego, entre los siglos XIX y XX comenzó a investigarse más formalmente la influencia de ciertas frecuencias de onda sobre el organismo, hasta desembocar en lo que hoy día conocemos como musicoterapia.

Se ha podido conocer que ciertos sonidos incrementan los niveles de conciencia y nos llevan a experimentar una mejor conexión con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Incluso se afirma que la música estimula la actividad neuronal y la capacidad cognitiva, ayudando a reducir el dolor y hasta calmar la ansiedad en pacientes con alzhéimer.

En cuanto a los baños de sonido, en los mismos se aplican los principios de la musicoterapia, pero además se combinan con la meditación para propiciar sensaciones placenteras o relajantes. Se considera que los sonidos producidos por los instrumentos mencionados ralentizan la actividad del cerebro, estimulando las ondas alfa, relacionadas con los estados de calma y descanso.

 

Beneficios

El principal beneficio de los baños de sonido es inducir la relajación. Así, por un rato dejamos de estar alertas y descansamos, nos alejamos de preocupaciones y de todo aquello que nos afecta. Y aun cuando no es propiamente una meditación, alcanzamos un estado similar, por lo que son beneficiosos para aquellas personas a las que les cuesta relajarse. Nos hacen disfrutar una sensación de bienestar, calmamos las emociones, nos sentimos equilibrados, optimistas y de mejor ánimo.

Además, las personas que practican estas técnicas experimentan:

-Una mejora del estado de ánimo y la inteligencia emocional.

-Un incremento del optimismo, la relajación y la conciencia.

-Una reducción de la preocupación, la ansiedad y la impulsividad.

-Una mejora de la autoestima y la auto aceptación.

-Una mejora de la resiliencia frente al dolor y la adversidad.

-Un incremento de la fuerza mental, el enfoque y la productividad.

-Un aumento en la retención de la memoria, las habilidades cognitivas y la toma de decisiones.

-Una mejora de la respuesta inmunológica y el nivel de energía.

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